Una de las cosas que le enseñan a todo abogado (o que deberían enseñarle) es que la ignorancia de la ley no es excusa. ¿Excusa para qué? Para muchas cosas: para pactar obligaciones ilegales o ilícitas en contratos, para desconocer obligaciones tributarias, para evadir controles de las autoridades. Esto, a su vez, es consecuencia de algo que es un presupuesto del ordenamiento jurídico: para poder convivir en sociedad, las personas están obligadas a conocer las normas que rigen a esa sociedad específica en ese momento histórico específico.