lunes, 9 de febrero de 2015

La falacia de la generalización apresurada

Una de las primeras que dictan en la carrera de abogados es la correspondiente a la teoría de la argumentación.  Esa misma materia se la enseñan a quienes deben hacer de la retórica un ejercicio racional que conduzca a algo útil.  De hecho, se nos dice que con cierta frecuencia, que la argumentación implica el arte de convencer.  Sin duda, convencer no es el fin de la argumentación; el fin es lograr demostrar la necesidad de una conclusión a partir de la verificación de unas premisas.  Convencer no requiere nada distinto a que lo dicho parezca creíble para quien lo lee o lo escucha.
¿Cuántas veces hemos visto que dos tesis absolutamente opuestas le resulten "verdaderas" a grupos de personas distintas, partiendo de las mismas premisas? Veamos el siguiente ejemplo:

Tesis 1: La historia ha demostrado que el capitalismo es el que ha llevado a que las sociedades sean inviables por su crecimiento voraz.

Tesis 2: La historia ha demostrado que el comunismo es el que ha llevado a que las sociedades sean inviables por su incapacidad de garantizar un mínimo de bienestar a la totalidad de asociados.

Muy probablemente usted podrá asistir a una conferencia en uno u otro sentido, y salir con el convencimiento que se ha demostrado la tesis correspondiente. ¿Pero cómo es eso posible?  En filosofía se suele acudir al término de "perspectiva" para poder explicar este tipo de situaciones. Dependiente del punto de vista que se adopte, algo que parecería falso desde otro punto de vista podría tomarse como verdadero.  Esto es posible dependiendo de cuál es el punto de vista que me permite contemplar e interpretar el mundo.  Esa perspectiva dota de contenido a las premisas que se construyen a partir de ellas.


Sin embargo, no todo depende de la perspectiva y el punto de vista.  En la teoría argumentativa se suele acudir al término de generalización apresurada a aquellos eventos en que a partir de un caso particular pretendo demostrar una norma de carácter general.

Para poder entender eso, conviene seguir una estructura sencilla de un argumento correctamente construido, y uno falaz:

Argumento correctamente construido:
Premisa 1: Todos los dibujos animados son entretenidos.
Premisa 2: "Los Simpsons" es un dibujo animado.
Conclusión: Los Simpsons es entretenido.

Falacia argumentativa de la generalización apresurada:
Premisa 1: Javier es un gran escritor.
Premisa 2: Javier es Colombiano.
Conclusión: Los colombianos son grandes escritores.

Cada vez contamos con más casos en donde se pretende demostrar algo a partir de lo que dice una persona, o a partir de lo que ocurre en un caso particular.

Revisen y verán casos como estos:

* Homosexual considera que la adopción gay es contraria al interés superior del niño.

* Vegetariano considera que la fiesta brava no tiene ningún problema ético o moral.

* Jurista experto considera que en el caso de Fulanito de Tal se está ante una persecución política.

Podría seguir con muchos otros casos que vemos todos los días.  El punto es: Desde el punto de vista estrictamente argumentativo, la opinión del homosexual, del vegetariano y del "jurista experto" no prueban absolutamente nada distinto a cuál es su opinión.  Sin embargo, no existe nada de contenido racional allí que nos lleve al convencimiento de que sus opiniones posean un carácter de verdad, o si quiera de validez.

¿Si esto es así, por qué se sigue construyendo tanta opinión a partir de lo falaz y no de lo argumentado?  La población está cediendo demasiado ante la fe, y dejando de guiarse por argumentos racionales.  Y el mundo de los abogados, lamentablemente no es la excepción.
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Imagen tomada de la página web: www.fotocommunity.es

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