martes, 1 de abril de 2014

La responsabilidad por los desastres climáticos en el Casanare

Se dice que las altas temperaturas han generado sequías que llegaron a afectar poderosas civilizaciones antiguas.  En un artículo titulado "La Caída de los Mayas: "Ellos mismos lo ocasionaron"", se muestra de qué manera la mano humana genera la misma causa de su perdición.  La razón que expone el artículo es precisamente la deforestación.  La deforestacíon acaba con el suministro de agua, y la falta del agua acaba con civilizaciones.

La deforestación, es al parecer, una de las dos hipótesis que actualmente se manejan para atribuir la responsabilidad de la sequía que sufre el Casanare que ha costado la vida de aproximadamente 20 mil animales, principalmente chigüiros y ganado bovino.  Triste es saber que este fenómeno no es reciente, sino que completa cuatro meses.  Más triste es saber que las fórmulas de solución son improvisadas, si es que hay alguna.  Entre eso y nada, pues preferiblemente eso.  Sin embargo, cada vez más nos acostumbramos a que "peor es nada".


Hace algunos días me sugirieron a través de mi página personal de Facebook que indague entre mis contactos acerca de quién o quiénes son los responsables de esta catástrofe.  La respuesta es sumamente problemática, porque no podríamos hablar de una única respuesta, sino cuando menos, de varias alternativas posibles.  La respuesta se puede ver desde la óptica de la hegemonía de un sistema económico que se basa en la maximización de la productividad para generar riqueza.  Si se acepta la máxima económica según la cual se buscamos satisfacer necesidades ilimitadas a partir de recursos escasos, bastaría simplemente hacer un ejercicio matemático sencillo para saber que entre más gente que quiera más y produzca más, se requerirán más recursos.

Sin embargo, esto no parece ser demasiado válido en Casanare, en donde no hay tanto ser humano voraz que quiere acabar con todo.  Sin embargo, sí hay un grueso de hatos ganaderos, que requieren de muchísimo espacio para que puedan hacer del ganado un negocio productivo.  Sin embargo, las reses no comen árboles, y sí comen pasto.  En consecuencia, se requiere más espacio sin árboles y con más pasto.  En otras palabras, deforestación.  Las reses, además, son famosas por generar la mayor cantidad de gases causantes del efecto invernadero.  Parecería entonces, que como lo enseña el bestseller, "La culpa es de la vaca".

Ha manifestado, sin embargo, que la respuesta al interrogante es demasiado compleja.  Basta observar que también en el Casanare se concentra un grueso de la explotación petrolera del país.  A estas empresas se les atribuye haber acabado con los pozos subterráneos de agua que, por ende, no podrá nunca llegar a sumar al caudal de un río.

¿De quién es la culpa? ¿Del que corta los árboles o del que elimina la posibilidad de que el agua fluya?  ¿Será que la culpa es del Gobierno, que permite que se llegue a estos extremos? ¿Será que la culpa es de las Corporaciones Autónomas Regionales, que han sido denunciadas desde hace mucho tiempo como focos de politiquería y corrupción?  Al momento de repartir las responsabilidades, las personas suelen ver al "ser humano" como algo ajeno a ellos mismos.  "Los que fuman, los que contaminan con vehículos, los que talan bosques son ellos, y no yo".  Esta postura genera un problema que ha sido particularmente claro a nivel internacional.  La política de conservación ambiental gira en torno a una cantidad de instrumentos y de grupos dedicados a discutir cómo mejorar el ambiente.

Simplemente a título de ejemplo (pues podríamos detenernos en muchos más casos), revisemos dos tipos de disposiciones internacionales en materia ambiental.  Si revisan el Protocolo de Kyoto (1998), la palabra "incumplimiento" únicamente es utilizada dos veces en todo el articulado -que consta de 28 artículos.  Frente a este punto, un gran jurista como Hans Kelsen diría que eso no es derecho, porque cualquier norma jurídica que carezca de una sanción prevista en caso de incumplimiento, no es derecho. Históricamente, se ha demostrado que después de 15 años de haber sido promulgado este instrumento internacional, no se han cumplido los compromisos de los Estados que allí están contemplados.

El Protocolo de Kyoto está diseñado en el marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992.  Como dato curioso, es importante resaltar que allí no se prevé en ningún lugar el término "incumplimiento", ni tampoco el término "sanción".  La palabra "promover", en cambio, está prevista en 17 ocasiones.  Eso demuestra el tono que se maneja a nivel de derecho internacional ambiental. Las partes, promueven, procuran y proclaman.  Los chigüiros y las reses "mueren", y la gente se "indigna".

A nivel nacional, la situación no es muy diferente.  Los negocios que más dinero le dejan al país son precisamente los negocios que destruyen el ambiente: la explotación de recursos naturales -principalmente minería y explotación de petróleo- y la construcción (que implica acabar con campos y bosques).  El discurso ambiental está a la orden del día, y cada vez más son más las empresas que hablan de ser socialmente responsables.  A nivel empresarial, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es un discurso que vende, pero que no es fácilmente corroborable.  A nivel de Gobierno, es casi imposible que un mandatario esté dispuesto a sacrificar el crecimiento de la economía y del empleo por proteger el medio ambiente.  Creen que coordinar el envío de algunos carro-tanques con agua cuatro meses después es algo serio.  Creen que mencionar que esta no es la peor sequía en la Historia es una respuesta satisfactoria.  Creen que intentar justificar, es algo serio o responsable.

Esa realidad la vive Colombia que ve que el medio ambiente lo deteriora la industria China en mucha mayor medida que lo que lo hacen sus propios ciudadanos.  Los campesinos le echan la culpa a los industriales, y los ciudadanos de a pie, le echan la culpa a los ganaderos.  Sin embargo, seguimos usando demasiado papel, nos damos duchas excesivamente largas, compramos carros a gasolina todos los días (a pesar de existir otras alternativas menos nocivas para el ambiente), y dejamos la luz prendida toda la noche.  ¿De quién es realmente la culpa? Creo que la pregunta está mal formulada.  Creo que no hay culpa.  Hay un modelo que tiende a la inevitabilidad.  Cuando el problema es de modelo, todos los actores que intervienen en el modelo son responsables.  Cada cual contribuye a deteriorar el ambiente.

En conclusión, a pesar de lo que duele decirlo: La culpa de lo del Casanare, es "tuya" y es "mía".
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* Imagen tomada de la página www.pulzo.com 

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