lunes, 11 de abril de 2016

País de muertos de hambre

Esta mañana amanecí con la noticia presentada por RCN La Radio, acerca de un informe presentado en el periódico de la Universidad Nacional titulado "La Guajira, punta del iceberg de la desnutrición en Colombia", en donde se nos indica que cada día cerca de 18 personas mueren de hambre, en promedio, en el país.  El informe pone de relieve algo bien interesante en el país, y es que estamos ante una realidad macabra en donde el principio de la dignidad humana, verdadero eje rector de la Constitución de 1991, es un recurso retórico y no una realidad social.

Ya el colombiano promedio tenía claro que en este país, no tiene derecho a un genuino servicio de salud, y por lo tanto, no tiene derecho a enfermarse.  Es vox populi que los debates sobre la salud en Colombia realmente giran sobre la financiación de las empresas dedicadas al tema de la salud.  Los debates sobre la salud raramente giran sobre los temas de salud. En este caso, quizá sea mejor no dar estadísticas, para no sobresalir en el negativismo.


Esto viene a ser relevante porque estamos hablando de dos de quizá las cuatro preocupaciones principales de las personas: comida, salud, compañía y dinero.  Y precisamente este último permite en el país solucionar los dos primeros.  Quizá por ello es necesario recordar un dato que pocos tienen presente.  Hace aproximadamente un año, el diario El Colombiano informaba que "Una persona promedio en Colombia paga 14.600 pesos diarios en impuestos".  Eso por sí solo no dice mucho.  Pagar ese valor cuando el ingreso promedio es de $80.000, no está nada mal.  Sin embargo, cuando el ingreso promedio es menor que ese, o mucho menor que ese, quizá la conclusión sea otra.  En el diario La República, se elaboró una nota hace aproximadamente un año (misma época del artículo de El Colombiano) que el ingreso promedio per capita en Colombia era de $578.422, es decir, de $19.281 diarios aproximadamente.



Por supuesto, el par de cifras que se plantean aquí son simplemente dos cifras, lo que impide poder dar explicaciones profundas bien sea a nivel estadístico o a nivel cualitativo.  Simplemente son dos cifras, que en caso de ser ciertas y generalizables, permitirían inferir que los colombianos trabajan para pagarle al Estado colombiano.  Eso, en principio no estaría del todo mal, si se tuviera certeza que el Estado colombiano se gasta ese dinero en lo que debería gastárselo.  No estaría mal pensar que el Estado me pone a aguantar hambre, para evitar que aguante hambre y adicionalmente proporcionarme salud.  Parece un buen negocio.  De hecho, la teoría tributaria está diseñada sobre esa precisa premisa.  No está mal que nos quiten dinero cuando se nos retribuye en un mayor bienestar general.

Sin embargo, cuando aguantamos hambre para que nos alimenten y nos den salud, pero en cambio con ese dinero pagamos a Springer Von Schwartzemberg, o pagamos los impuestos de vehículos con los que los grupos criminales lavan su dinero, sin duda no tiene ningún sentido ese negocio.  Quizá en ocasiones nuestro dinero llegue a Panamá, o a las Islas Caimán, o incluso a Suiza, sin que sus dueños alguna vez lleguen a ver tan paradisiacas locaciones.  Cuando nuestro dinero tiene mejores destinos turísticos que nosotros, es porque sabemos que nuestro sistema no funciona... o al menos no funciona como la Constitución dice que debería funcionar.  Eso es lo que ocurre cuando las familias pasan hambre, y las directivas de la entidad encargada de protegerlas (ICBF) deja a quienes le exigen al Estado ese mínimo cumplimiento de la Constitución aguantando frío y lluvia, porque no deben dejarse amedrentar.

La Historia ya ha ideado doctrinas políticas en donde no es el Estado el que está al servicio de los ciudadanos, sino los ciudadanos son los que están al servicio del Estado.  Quizá para muchos no sea claro cual es esa doctrina política.  Los invito a preguntarle a Google.  Se sorprenderá más de uno...
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Imagen tomada de la página web: http://lolasabe.com

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