martes, 12 de noviembre de 2013

Cómo nos falta la "aflicción empática"

En su libro "Desarrollo moral y empatía", el psicólogo Martin Hoffman se detiene a considerar el problema de por qué razón algunas personas se detienen a preocuparse por lo que a otras personas les ocurre, y más aún, por qué razón más allá de sentirse preocupadas por ello, están dispuestas a ayudar a otras personas.  A partir de ese problema de carácter psicológico, Hoffman se detiene a considerar de qué manera la aflicción empática (ese concepto psicológico que hace que una persona esté motivada a ayudar a otra), pero que no es propiamente la ayuda en sí misma considerada.  Tras un detenido análisis, Hoffman llega a un punto -que será el que he de destacar aquí- en donde concluye que a pesar de que los seres humanos estamos psicológicamente llamados a sentir esta aflicción empática, existen circunstancias tales como el miedo, la consideración de sufrir una pérdida significativa, o cuestiones de tiempo, por los cuales una persona estaría llamada a no ayudar a otra persona, a pesar de sentir que debe hacerlo.

 

El sentimiento de deber es una cuestión que obedece a una normatividad interna que se fijan los individuos para actuar.  Tanto los asesinos más despiadados como los religiosos más caritativos gozan ambos de un complejo sistema normativo que los hace comportarse como se comportan.  Ese sistema normativo cuenta con importantes influencias que provienen de la educación escolar, de la formación familiar, y de la interrelación con otras personas.  Cada sociedad se encarga de montar estructuras de formación educativa que se estructuren sobre principios que consideran valiosos e indispensables para la sociedad como conjunto.  En algunos casos se fomenta la libertad, o la autonomía, o la justicia, o la excelencia académica, o la solidaridad, entre otros.

En Colombia, parecería que no es claro cual es ese criterio fundamental que estamos teniendo en cuenta como valor fundamental en nuestra formación.  En cualquier caso, evidentemente no son los criterios de de solidaridad, ni los de justicia. Problemas sociales complejos como el contrabando y la corrupción así lo demuestran.  El contrabando plantea escenarios complejos y diversos a analizar: el de aquel que ingresa mercancía sin reconocerle al Estado derechos aduaneros buscando un ahorro propio e incumpliendo sus deberes de contribución a mantener la salud financiera del Estado; el de aquel que a sabiendas compra esa mercancía porque es más barata, así sepa que con ello acaba industrias colombianas y afecta el trabajo de millones y la economía de todos; el de aquel que cree que la responsabilidad de los demás, y no de sí mismo (igual que con los gobernantes que elegimos). Como se observa, no hay allí rastros de aquello que Hoffman denomina "aflicción empática".


Transversal a este problema está otro más problemático aún, como es el de la corrupción.  La corrupción es la venta de conciencia, y no es la apropiación de dineros públicos,  Tan corrupto es el que regala una nota a cambio de favores sexuales, como el que se apropia de dineros para las vías de los departamentos.  Tan corrupto es el juez que vende un fallo como el médico que únicamente prescribe medicamentos del laboratorio que lo patrocina.  Se trata de un problema en el que se actúa en contravía al "deber ser" a cambio de un estímulo o incentivo, que normalmente implica comodidad propia.  En este caso, tampoco parece importar qué es lo correcto, y menos aún si he de ayudar a aquel que requiere auxilio.

En Colombia se ha intentado solucionar ya el problema de la corrupción por vía legal y por vía judicial, aunque en muchos casos, los mismos redactores se venden a sí mismos, así como los investigadores o los jueces se venden frente a sus acusados.  La ley no soluciona nada, cuando los destinatarios de la misma no le profesan un mínimo de respeto.  En la medida en que no exista una reivindicación de la alteridad (de la existencia del otro o de los otros y del reconocimiento de sus necesidades) así como un rescate de la aflicción empática, parece ilusorio pensar que en un país en el que el Procurador pelea con el Fiscal, y éste con la Contralora, mientras ella quiere investigar a los jueces, funcione bien el sistema.  El sistema no son las reglas sin la gente, ni la gente sin las reglas.  El sistema adecuado es aquel que fija las reglas concretas para las personas específicas.
__________
* Imagen tomada de la página web del diario "The Guardian", en: www.theguardian.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario