viernes, 27 de junio de 2014

La reforma a la justicia y la organización de los abogados en Colombia

No fue objeto de mayor despliegue en las campañas presidenciales los temas de justicia.  El pueblo colombiano se concentró principalmente en la disyuntiva que generaba la incierta permanencia del proceso de paz en La Habana.  Hoy, con las elecciones ya decididas por la ciudadanía, tenemos que empezar a revisar lo que ocurrirá de aquí en adelante.Uno de los temas que quedó pendiente en este último Gobierno -y que lleva pendiente desde hace muchos más años, y muchos tantos Gobiernos-, es la reforma a la justicia.  Lamentablemente existen muchos temas pendientes por organizarse en el país en materia de justicia y es difícil abordarlos conjuntamente.  El problema de fondo, es que la temática de la justicia es un tema que no se suele tratar desde las bases de la sociedad, sino que ha sido tratado desde hace mucho tiempo por un selecto grupo de personas que por una u otra razón, son considerados como los "elegidos" para tratar estos temas.

En una reciente conversación que tuve con una amiga -consultora muy juiciosa en temas de justicia-, le llegué a plantear esta inquietud.  Este punto de vista que quizá me resulta más evidente a mí (que estoy fuera de ese círculo de discusión) que a ella (cuyo trabajo implica evaluar y discutir precisamente con esos círculos de discusión), nos llevó a tocar temas de fondo en torno a lo que podría requerirse en materia de justicia en el país.  Sin embargo, la inquietud persiste.  Quienes han debido "sufrir" el sistema de justicia colombiano, mayoritariamente quisieran que cambiara.  En muchos casos, existe claridad acerca de lo que se requiere para cambiarlo, pero no se puede escalar esta inquietud hasta la esferas decisorias.

Este divorcio evidente entre la sociedad y su sistema de justicia plantea un problema especialmente relevante a la hora de socializar la necesidad de una reforma a la justicia.  Hace algún tiempo, el Gobierno de Juan Manuel Santos intentó similar, y sucedió algo que era de esperarse: se negoció por aquellas personas que era precisamente las que queríamos cambiar. La consecuencia directa de este proceso es que se aprobó un proyecto que no modificaba en nada la justicia que le toca al pueblo, y sí le daba más poder y garantías a los que actualmente manejan la Rama Judicial.  Esto habría sido una realidad normativa, pero la ciudadanía afortunadamente pudo intuir que algo andaba terriblemente mal y presionó al Presidente para que objetara el proyecto que él impulsó y que había sido impulsado por su bancada en el Congreso.


La pregunta que surge inmediatamente como consecuencia de lo anterior es ¿por qué razón no es posible pensar en replicar ese ejercicio, pero para construir en vez de para tumbar?  Varias razones se pueden esgrimir, pero el día de hoy me interesa destacar una de ellas: los abogados no contamos con un esquema de control colectivo que permite ascender a los que deben ascender, frenar a aquellos que no deben hacerlo (bien sea porque no tienen el conocimiento suficiente o porque son de "ética profesional flexible"), y sancionar a los que deben ser sancionados.  Colombia es uno de los países con más abogados por habitante, pero curiosamente no posee barras de abogados, colegios de abogados u organizaciones colectivas que permitan la dinámica atrás descrita.  En otras palabras, el gremio de abogados no es realmente un gremio.

En la pintura de Rembrandt que aquí se publica, titulada "Los síndicos de los pañeros" se muestra a miembros del gremio de pañeros encargados de verificar la tela que se comercializaría con intervención de los miembros del gremio.  Lo que representa esta pintura para efectos de lo que aquí se discute, es que en el país no existe un control de calidad de los abogados con criterios objetivos.  Esto se observa en todas las esferas de la profesión.  En un importante número de casos, cuando la educación universitaria no era tomada de manera tan obvia como un buen negocio , el acceso a la Facultad de Derecho dependía en muchos casos de contactos o influencias, o pureza de sangre (como en el caso de mi propia alma mater. Una vez allí, llegar a ser monitor, profesor o similares, requería en muchos casos mayores y mejores amistades o influencias.  La vida profesional de los abogados tampoco es muy distinta.  Estrellas ascendentes que curiosamente terminan teniendo los mismos apellidos que otros ilustres abogados del pasado, los nombramientos de hijos de importantes empresarios o políticos, y casos similares.  En otras palabras, el gremio no verifica realmente la calidad del producto, sino que se guía en muchos casos por la "marca" del producto.

Gústenos, o no nos guste, lo recién descrito pasa mucho, y ha llevado a que las altas esferas de la justicia estén siendo hoy dominadas por pequeños grupos de poder.  Precisamente esta semana el Consejo de Estado ha hecho evidente esta situación en una sentencia que tumba el nombramiento en el Consejo Superior de la Judicatura del Magistrado Francisco Ricaurte (también exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia).  El problema que surge, es que requieren de actos excepcionales como ese para poder depurar los Altos Tribunales.  Sin una depuración real, allá quedarán los "dueños" de la justicia, quienes se encargan de nombrar Magistrados de Tribunal, quienes a su vez nombran a los Jueces de menor jerarquía.

No es de extrañar, entonces, que en un sistema en donde ser "amigo", "hijo", "primo", "compañero de clase" (o cualesquiera otro vinculo personal con los que administran justicia) sigue siendo muy determinante para llegar a estos cargos, los niveles de ineficiencia y de corrupción en el sistema de administración de justicia sean tan altos.  El problema es que mientras haya demanda, habrá oferta, y muchos abogados litigantes consideran que entrar en ese juego es la mejor manera de garantizar el éxito profesional.

Los pocos colegios de abogados que hay en el país (incluyendo el de mi universidad), se dedican a cosas completamente ajenas a ejercer una labor de seguimiento a los abogados.  Se tratan de instancias más académicas y sociales que realmente funcionales.  Pero aún estos colegios de abogados son excepcionales se han convertido en instancias de honores e investiduras que resultan excepcionales.  Es difícil que sin este tipo de agrupaciones colectivas, los abogados que no somos "amigos", "hijos", "primos", "socios" o "compañeros de clase de", podamos tener un mínimo de posibilidad de que nuestras propuestas por mejorar el sistema de administración de justicia sean siquiera tenidas en cuenta por los que realmente ostentan el poder.

Y si esto ocurre entre nosotros, que somos teóricamente los "miembros del gremio", imagínese donde puede estar parado usted, ciudadano ajeno a esta dinámica.  Una razón más por la cual, quienes negocian los cambios en la justicia son y seguirán siendo los mismos que muchos de los ciudadanos "menos notables" quisiéramos erradicar de nuestros órganos y dependencias de administración de justicia.

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